Muchas veces el problema no reside en la tarea que tenemos enfrente, sino en nuestra poca capacidad de ver las consecuencias y beneficios de este acto.
Cuántas veces has querido hacer algo como ponerte a dieta para lucir cuerpo en verano, pero cuando vas a comer se te olvida y cuando llega el verano dices “joder, me hubiese gustado haber comido mejor porque ahora estoy en verano y no puedo”.
Nuestro problema es que se nos olvidan los motivos por el que nos planteamos realizar esa acción. Si tuvieses en mente cada vez que fueras a estudiar, todas las sensaciones que te alegran el cuerpo cuando apruebas y todas las malas cuando suspendes, estudiarías con más énfasis, más ganas, más concentración y mucho menos agotamiento. Pero se te olvida el amargo sufrimiento del suspenso y por ello, no tienes fuerza para seguir estudiando.
Hay un punto clave: Si no rellenas tú tu mente con contenido deseado, esta se llenará sola con contenido aleatorio que puede ser perjudicial. Así que lo mejor entonces es que metas en tu mente las razones porque sí puedes, porqué te apetece, y por qué es importante, en vez de meterte las razones por las que no te gusta, porqué es aburrido o un coñazo o qué podrías estar haciendo ahora si no tuvieras que estudiar.
Consigue un poco más de perspectiva y mentalidad a largo plazo.
Reseteando nuestra mente. Llénala de porqués.
Parafraseando a Niezstche, aquel que tiene un porqué, encuentra casi siempre el cómo.
Así que lo que debemos hacer no es cambiar lo que tenemos que estudiar, sino el porqué lo hacemos. Debemos empezar a conseguir razones para ver lo positivo del estudio. Cuando nos pongamos a estudiar, pregúntate:
- ¿Por qué quiero conseguir este objetivo?
- ¿Por qué quiero aprobar este examen, esta carrera?
Recuerda los motivos por los que te metiste en la carrera, tu gusto por el marketing, o la esperanza de algún día tener tu empresa o ser un gran especialista.
Si quieres conseguir un cambio más intenso, puedes preguntarte también qué te está impidiendo conseguirlo ahora. Qué te está impidiendo estudiar.
No podemos avanzar sin saber primero dónde estamos y cuáles son los pensamientos o hábitos que nos están impidiendo avanzar.
Asociar dolor a suspender
Entender el porqué empezamos nos da fuerza, nos devuelve el poder a nosotros. Pero no es suficiente. Como humanos tendemos a hacer las actividades que nos dan placer y ahuyentamos las que nos dan dolor. Primero debemos asociar un dolor intenso a suspender; debemos ver una imagen clara en nuestra mente que nos recuerde el dolor de suspender. Así que ahora asociamos el dolor con no aprobar esta asignatura con estas preguntas:
- ¿Qué me costará si no apruebo?
- ¿Cómo les afecto a los demás?
- ¿Qué me está costando ya?
- ¿Cuánto dinero me costará si sigo suspendiendo?
- ¿Cómo de dañada se verá la imagen que tengo de mí mismo?
Asociar placer a aprobar
Una vez nos duele el suspenso, ahora debemos ver claramente el aprobado. Cada vez que pensemos en él, nos tiene que recorrer por el cuerpo una alegría, una sensación de bienestar e ilusión. Asocia placer con estudiar esa asignatura:
- Qué conseguiré si apruebo este examen?
- Qué conocimientos estoy adquiriendo que, aunque no lo haga con gusto, en realidad me parecen interesantes o curiosos?
- Si apruebo, cómo me sentiría con respecto a mi mismo?
- ¿Qué clase de impulso podría crear si apruebo esta asignatura?
- ¿Qué otra cosa podría conseguir?
- ¿Cuánto más feliz sería yo ahora si estuviera aprobado?
- Cómo se sentirían familia y amigos?
Nota final: Ser capaz de aplicar este truco de condicionamiento neuroasociativo a otros campos de tu vida te hará crecer hasta niveles inimaginables. Si quieres adelgazar, por ejemplo, asocia dolor a no adelgazar y asocia placer a sí hacerlo y tu mente funcionará sola para conseguir ese objetivo
Un saludo,
Germán Abou